logo
Copyright Qode Interactive 2016

10 Jun Lenguaje y cerebro

imagesKHHKB9XPEl divulgador científico Nicholas Carr explica en su magnífico libro Superficiales -sobre los efectos de internet en el cerebro- cómo la imprenta y la mayor difusión de libros (más baratos) que ésta supuso, amplió de alguna manera los límites del lenguaje, porque los escritores empezaron a competir entre sí por atraer a unos lectores cada vez más informados y exigentes. De este modo, las ideas ganaron en complejidad y sutileza y apareció una mayor profusión de argumentos sobre los que debatir. Y concluye: “A medida que el lenguaje se ampliaba, el hombre profundizaba en su conciencia”.

Una idea que hace que nos preguntemos, estremecidos, qué pasa entonces si la lengua que uno maneja se reduce.

Pero nada de esto tiene que ver con el neoespañol, que es un idioma que quizá no posea mucho contenido, pero como multiplicador del número de palabras se las pinta solo.

Pueden leer sobre ello más en extenso en el capítulo Antieconomía del lenguaje, de Guía práctica de neoespañol, pero para resumir, sepan que otra de las características más definitorias de este idioma es que si una cosa se puede decir en treinta palabras no se dice nunca en tres. Esto a veces lleva incluso a cierto adanismo lingüístico, como si empezásemos ahora a hablar y tuviésemos que recorrer el camino desde el principio y no sirviera de nada lo ya aprendido, o, es más, lo elaborado y pulido durante siglos, tendente a la agilidad expresiva.

Les pondré tres ejemplos que les pueden servir como orientación a la hora de construir sus propias oraciones adanistas y antieconómicas. Los tres están sacados de tres novelas contemporáneas distintas, de diversos autores y editoriales, como corresponde a un fenómeno tan universal como éste.

Uno:

“Me parece ver que con los dedos ejerce una presión descomunal contra la copa que encierra en los mismos”.

Vale, se entiende, aunque quizá alguien le podría haber dicho a la autora (o corregido en la cocina de la editorial) que cabía la posibilidad de decirlo más corto y menos farragoso con una expresión como “apretar la copa con fuerza”. Si se quiere matizar más, se podría añadir tal vez “entre los dedos”.

Dos:

“Antes de que pudieran oírse siquiera las primeras notas de la música que la productora de la película había puesto de fondo en el film, su amigo salió de la habitación”.

Se refiere sin duda a lo que desde los inicios del cine se conoce como “banda sonora”.

Y tres:

“Me llevé las manos al pelo y me solté el recogido que me lo mantenía sujeto”.

Sí, por eso precisamente se lo llama “recogido”.

Como ven, las posibilidades son múltiples e ideas no creo que les falten.

 

Sin comentarios

Deja un comentario