26 May Trabajo en equipo
Hoy vamos a hablar de un elemento del neoespañol tan presente en todas las novelas —sobre todo en las menos literarias, pero también en las de autores de prestigio y, desde luego, publicadas en todas la editoriales sin excepción—, que ya es imposible seguir mirando hacia otro lado.
Hablo del Trabajo en equipo entre el ser humano y las partes que componen su cuerpo.
El hecho no puede resultarles desconocido, pero es posible que, de tan extendido, ya ni siquiera reparen en que manos, ojos, piernas, brazos, boca, etc. de un individuo, con absoluta lealtad a su dueño, y demostrando un gran espíritu de colaboración y sacrificio, hace ya tiempo que se han lanzado a hacer, se diría que por su cuenta, todo lo que antes le habría correspondido al individuo en cuestión.
Pondré un ejemplo bastante fácil de encontrar:
“El hombre la besó, mientras su cuerpo se tendía sobre ella y sus manos la acariciaban”.
Bueno, y qué, me pueden decir, licencia poética. Y estoy de acuerdo. Pero como siempre, la dosis es el veneno, y un recurso que usado con mesura podría no estar mal, se ha convertido en un alud. Este fenómeno de la autonomía de los miembros no es nuevo, y de él ya se habló por extenso en el capítulo “El cuerpo” de la Guía práctica de neoespañol, pero no cabe duda de que se está intensificando y proliferando casi sin freno.
Así, también se pueden leer cosas menos poéticas que la anterior, y más inquietantes, como:
“Su mano abrió el armario y miró dentro en busca del vestido”.
¿La mano miró dentro? Hay que aclarar que no se trata de un libro de literatura fantástica y que el autor del mismo se está refiriendo a una mano de mujer normal y corriente.
O:
“Mi cuerpo había recuperado enseguida la figura tras el parto”.
Algo que, si me lo permiten, yo consideraría sumamente útil y quizá hasta comercializable. Mientras una madre reciente se olvida de cualquier esfuerzo físico o alimenticio, su cuerpo por sí solo se va poniendo en forma.
Pero mi preferida sin lugar a dudas es:
“Las neuronas que habitaban en su cerebro nunca llegaron a imaginar algo así”.
Las nuestras tampoco.
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