10 Feb TVE segunda parte
Tenía que pasar. Que los desplazamientos de lengua, y en concreto de un modismo muy extendido, como es la errónea sustitución de “oír” por “escuchar”, hiciera quedar a alguien como un completo maleducado.
En este caso ha sido la señora Andrea Levy, entrevistada por esta cadena subvencionada por todos los españoles.
Javier Marías recordó con meridiana claridad en su artículo “¡Oigan!”, del domingo 5 de febrero de este año la extendidísima confusión entre “oír” y “escuchar”, cuyas definiciones recordaré aquí:
“Escuchar” es atender a lo que alguien nos comunica. Según nos dice el DRAE: “Prestar atención a lo que se oye”.
“Oír” en cambio es la mera percepción de los sonidos.
“Oyó una explosión” sería un ejemplo bastante claro, porque una explosión es inesperada y por tanto no se le puede prestar atención previa, sino que su sonido, a no ser que seamos quienes la causan, nos sorprende y pilla desprevenidos.
En este sentido, que alguien diga “No te escucho”, frase que flota omnipresente en todas nuestras televisiones, radios y libros de ficción indica una voluntad de no querer enterarnos de lo que se nos comunica. Algo que tiempo atrás sabían incluso los párvulos, algunas de cuyas cantinelas tenían como base una cancioncilla que dejaba claro que no querían escuchar, tonada que se acompañaba de las manos sobre las orejas para impedir que ni el sonido les llegase, representando así su total resistencia a prestar atención.
Pues bien, un periodista que quizá nunca fue niño, se empeñaba esta mañana en “hacerse oír” por la mencionada política del PP, formulándole reiteradamente un desconcertante (para oídos anteriores a la invasión) “¿Me escucha?”.
Ella, que a todas luces no lo “oía”, permanecía inexpresiva, hasta que por lo visto le ha empezado a llegar algún sonido y ha respondido que no, también de manera reiterada.
La interpretación de la absurda escena para alguien no contaminado por la simbiosis entre ambos verbos (hay quienes incluso creen que son sinónimos y por tanto intercambiables), era que Andrea Levy, en un alarde de desprecio, se negaba a escuchar, y responder por tanto, las preguntas de quien la había convocado al plató justo para eso, para que lo escuchara y respondiera.
Hay que decir en descargo de la entrevistada, que la pobre simplemente tenía un problema de sonido.
Todos sabemos y vemos cómo el garrulismo en la lengua avanza a pasos agigantados, pese a los muchos años de enseñanza obligatoria y gratuita, pero por favor, señores de TVE, no nos hagan pasar la vergüenza de ver que nuestros periodistas a sueldo son los más garrulos de todos.
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